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domingo, 26 de septiembre de 2010
jueves, 19 de noviembre de 2009
Chaplin & Keaton, una verdadera joya de la comicidad
Publicado por
Gustavo Durán
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miércoles, 26 de septiembre de 2007
Clase Magistral
En el siguiente video se podrá apreciar aquello que suele ser tema de discusión "académica" sobre el monólogo cómico y el contenido del mismo; lo que bien podríamos llamar "el cuento; la historia o el pretexto". Lo que van a ver no es un monólogo cuyo propósito ulterior es hacer reir, es decir, un monólogo cómico sino una exposición sumamente seria e importante sobre la problemática del menor de edad en España. No obstante la alocusión está hilvanada desde la comicidad. Entonces cuando el talento, la inteligencia y la necesidad de narrar cuestiones trascendentes convergen deliberadamente en el espacio cómico se tiene la real dimensión de hasta dónde se puede llegar con la comicidad y al mismo tiempo a cuánta banalización nos vamos acostumbrando y traduciendo como la única forma de hacer reir. Si algo faltaba para sorprendernos, el que protagoniza el siguiente relato no es (aunque de facto si lo es) un cómico sino un juez. Pues bien, si es tan buen juez como cómico, ¡vaya juez!
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Taller de Comicidad y Humor
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13:41
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martes, 25 de septiembre de 2007
jueves, 13 de septiembre de 2007
sábado, 8 de septiembre de 2007
El actor popular en la revista porteña

El perfil del actor popular o “nacional argentino” para atenernos a la denominación del cuaderno numero 13 del Getea, quedó muy bien dibujado en esos trabajos del equipo de Osvaldo Pellettieri. En la revista, ese ámbito tan especial, germinó un tipo de actor que tiene las mismas características de aquél en lo esencial. Por ejemplo, la tendencia muy marcada de hablarle al público, que a veces se imponía al punto de eliminar todo otro referente y convertía al actor en lo que la jerga llamaba “cortinero”, denominación que aludía al monólogo muy breve dicho bien adelante del escenario, con el telón bajado. Aunque esta práctica era nítidamente del varieté marginal y picaresco, muy usada en los teatros del género, por ejemplo, los famosos Bataclán y Cosmopolita de la calle 25 de mayo, la revista lujosa y de alto vuelo se la llevó consigo como elemento aleatorio y de emergencia: un pequeño atraso en el armado del decorado para el número musical podía siempre resolverse con una “cortina” del cómico más apto, que era, desde luego, el que mayor velocidad y efecto tenía para improvisar una serie de chistes, casi siempre apoyados en el mismo bache que debía cubrir. Otras veces, el cortinero se oficializaba porque era necesariamente largo y complejo

El último especialista en este regreso al varieté fue treinta años atrás Pete Martin, que hubiera sido -y lo intentó con éxito- un muy buen monologuista a la manera de Pepe Arias si su conducta no lo hubiera precipitado en la mayor insensatez. Otro exponente, aún más dotado, fue Héctor Rivera, Riverita, dueño de una enorme simpatía y de esa complicidad tácita e inmediata con el espectador requerida para la cortina. A los dos, en distintas épocas y prematuramente, se los tragó la noche brava de Buenos Aires. Pero dejando de lado esta variante tan fugaz... ¿Cómo era el actor de revistas? Obviamente, un cómico de gran eficacia. Un cómico sujeto al texto con hilos de telaraña, porque siempre parecía a punto de soltarse del libro, uno no veía el hilo, pero nunca lo soltaba del todo. En las mejores épocas, allá por los cuarenta y cincuenta, dos décadas brillantes del género, los autores tuvieron un peso muy grande. Sabían escribir sketches, sabían ser graciosos en veinte minutos y sus actores respetaban la letra, por dos motivos: por disciplina interna -aún en la revista el morcilleo estaba controlado por la empresa- y por necesidad perentoria: el scketch es muy breve y su impacto depende del remate.

Ninguno de ellos hubiera podido redondear tan perfectamente saliéndose de la letra. Porque además, con frecuencia esa letra tenía que ver con la más rigurosa actualidad. El mejor y más completo actor de revistas que yo haya visto fue tal vez Carlos Castro, Castrito, que hizo un binomio célebre con Dringue Farías. El trabajo conjunto tendía a fundirlos en uno, pero había diferencias, siendo ambos muy buenos. Castrito era lo que entonces se llamaba un galán cómico, es decir, un cómico capaz de subir hacia la comedia y la ironía, aún en el ejercicio del scketch. Sin proponérselo, daba una nota más. Sin duda, hubiera crecido muchísimo, porque murió a las puertas del gran desafío, que era para él encabezar solo. Acababa de contratarlo El Nacional, a fines de los cincuenta, quitándoselo al Maipo y separándolo de Dringue. La comedia musical tal vez habría capitalizado su astucia y carisma. Dringue Farías, un notable actor, sí pudo dar ese salto en Mi bella dama, donde demostró que la revista por un lado enseñaba mucho y por el otro, albergaba profesionales completos. Dije antes que estaba un poco por debajo de Castrito. ¿Por qué? Por su refugio instintivo en la caricatura heredada del circo y del primer actor nacional. Era común ver a Castrito casi a cara limpia, a Dringue, nunca. Mucha pintura en la nariz y los cachetes, cejas espesas y casi siempre, un sombrero cachuzo, que después llevó a la televisión en su éxitoso Coletti Press, dialogando con Beba Bidart y Mario Fioritti. Dringue fue estupendo sin duda y muerto Castrito, se quedó en la cúspide. También del viejo actor nacional había recibido el instinto de la mueca y de la distorsión corporal. Fue el único actor argentino que dos veces por noche a lo largo de toda una temporada se convertía en un enano perfecto componiendo a Touluse Lautrec. Le habían con


En distintos registros, brillaron en la revista Gogo Andreu, Alfredo Barbieri y Don Pelele. El primero es (todavía trabaja), un actor más completo, por eso puede hacer bien la comedia y la televisión. Está en la línea global de Dringue Farías.

Todos tocaban instrumentos y usaban bien esta cualidad, porque la traían de arrastre de aquellos “excéntricos” del varieté, un poco músicos, otro poco bailarines o cantantes, tal vez prestidigitadores. El número uno en la historia del espectáculo argentino, sin

El monólogo político, una atracción muy fuerte de la revista, tuvo en Pepe Arias un exponente extraordinario. Lo había precedido de alguna manera Mar


La decadencia interpretativa en este universo frívolo y picaresco, comenzó cuando se volvió escatológico. Y sin ideas. Resuelto en base a groserías verbales y gestuales. Por comodidad, ante las enormes recaudaciones, las nuevas estrellas Olmedio y Porcel, con Susana Giménez reemplazado a las dos Nélidas, se lanzaron a un chapoteo reiterado en el mal gusto, sin contenciones de libro. El ú

Publicado por Rómulo Berruti para www.mundoteatral.com.ar (07/05/2007)
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Taller de Comicidad y Humor
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